En medio de una situación inédita nunca antes conocida por varias generaciones, amanece un nuevo Jueves Santo para una Hermandad tricentenaria que hoy siempre se hace Cofradía.
Pero será un Jueves Santo diferente. Un día en el que más que nunca nos ponemos en las manos de la Providencia del Señor, que es en quien más y mejor podemos confiar.
Hoy una cruz no abrirá nuestro cortejo, las túnicas rojas no anunciarán la llegada del Señor, no habrá cánticos de recogimiento, no habrá golpes de martillo, ni levantás al cielo, no se desprenderá el aroma del incienso, no habrá símbolos ni insignias que muestren los dogmas de fe de María, no habrá pasos que lleven la devoción centenaria de un barrio, de una ciudad.
Hoy habrá silencio, vacío. El de una Hermandad que no se hará Cofradía por las calles de nuestra ciudad.
Pero sí habrá una Hermandad que se hará Cofradía de otra manera.
Cada uno de los hermanos lo viviremos de una manera diferente, cada cual según lo que guarda en su memoria y en su corazón, pero unidos espiritualmente. Quizá prendidos a nuestra medalla, quizá en el silencio, quizá recordando páginas escritas de otros Jueves Santo… En definitiva, vivencias diversas que se unirán durante las horas que dure esta especial Estación de Penitencia.
Hoy nuestros pasos no se dirigirán hasta el Santísimo Sacramento expuesto en el Monumento en el interior de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. Hoy el Señor lo tenemos que buscar, más que nunca, en nuestro interior. Allí donde habita desde el día de nuestro bautismo.
Hoy nuestra Cofradía perderá lo externo, lo que se ve, el deseo de llevar a los demás un mensaje que cale por lo sincero, por lo bello, por lo estético y que entre por los sentidos.
Hoy nuestra Cofradía será más íntima que nunca.
Las circunstancias presentes nos recuerdan nuestra fragilidad real, nuestra debilidad humana, en definitiva, nuestra realidad como barro en manos de un alfarero. Por ello, no dejemos de aprovechar esta ocasión que el Señor pone delante de nosotros para aprender también de estos momentos complicados e inciertos y valorar todo lo que somos y lo que hemos vivido, con la esperanza puesta en seguir escribiendo páginas de esta historia de fe y amor que se llama Misericordia y Palma.
Por ello, ante la imposibilidad de transitar junto el Señor y la Virgen por las calles de nuestra ciudad, ante la imposibilidad de realizar nuestra habitual Estación de Penitencia, hagamos un verdadero ejercicio de recorrido penitencial interior, poniendo en orden y decorando cada uno de los rincones de nuestro espíritu para recibir al Señor, quitando de nosotros esos pecados que impiden que su mensaje de amor llegue a nuestros corazones y transforme nuestras vidas.
Hagamos, en definitiva, todo lo posible para que el Señor de la Misericordia y su Bendita Madre de la Palma transiten como merecen por las calles de nuestras almas.
Hoy también es Jueves Santo y tenemos que hacernos Cofradía.